lunes, 27 de abril de 2009

Todas las mañanas me pregunto si seré la única (idiota) que llama a la puerta de las habitaciones antes de entrar para no asustar a los pacientes, la que les pregunta que qué tal se encuentran o cómo han pasado la noche mientras les administra la medicación, o la que avisa del pinchazo antes de clavar la aguja en la vena.
Y mientras tomo el colacao en el descanso -estoy dejando el café, las arterias se me resienten-, me río por dentro cuando alguien me dice eso de "venga, que dentro de un mes estás aquí" y pienso que, en realidad, no podría estar más lejos.

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