Afuera está lloviendo.
Creo que a partir de ahora, todas las entradas de este blog podrían empezar así.
Mientras, las horas pasan despacio en esta ciudad tranquila. Hace frío, pero menos que la semana pasada y por fin la nieve, que ya creíamos eterna, se está empezando a deshacer.
En mi pequeña buhardilla suena en bucle la misma canción desde que llegué. Con la diferencia de que esta semana estoy sola, así que, en vez del ruido y el bullicio habitual, desde el momento en que abro la puerta de la calle, miro si han llegado cartas (siempre hay alguna para el anterior inquilino) y empiezo a subir las escaleras, puedo escuchar los acordes: lentos, suaves, como susurros. Creo que esas notas musicales se han quedado pegadas a las paredes de la casa.
Sólo espero que mi corazón no se quede también.
Creo que a partir de ahora, todas las entradas de este blog podrían empezar así.
Mientras, las horas pasan despacio en esta ciudad tranquila. Hace frío, pero menos que la semana pasada y por fin la nieve, que ya creíamos eterna, se está empezando a deshacer.
En mi pequeña buhardilla suena en bucle la misma canción desde que llegué. Con la diferencia de que esta semana estoy sola, así que, en vez del ruido y el bullicio habitual, desde el momento en que abro la puerta de la calle, miro si han llegado cartas (siempre hay alguna para el anterior inquilino) y empiezo a subir las escaleras, puedo escuchar los acordes: lentos, suaves, como susurros. Creo que esas notas musicales se han quedado pegadas a las paredes de la casa.
Sólo espero que mi corazón no se quede también.
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